Día de los fieles difuntos según la cosmovisión andina
Para los pueblos andinos, con la llegada de la muerte la relación entre el cuerpo y el alma no se termina sino que se modifica. Nuestra fuerza vital ingresa a un nuevo modo de existencia que puede afectar la vida de los vivos. Dicen que para que las almas de los muertos no vaguen sin rumbo y cometan maldades o travesuras, los ritos funerarios son fundamentales.

La religiosidad andina cree que en la madrugada del 1 al 2 de noviembre, el alma de los muertos regresa a las casas donde vivieron para participar de un banquete que sus familiares le preparan con amor y dedicación. Animales hechos de pan, fotos, las comidas y bebidas preferidas, hojas de coca, flores de colores, son algunos de los elementos que no pueden faltar en las mesas de las casas o en los cementerios.
Para Huayra Castillo, integrante de la Agrupación Indígena “Mayra”, el día de los fieles difuntos es una muestra de “sincretismo religioso”, es decir, de la mezcla de la religión europea (cristianismo) con la cosmovisión de los pueblos milenarios de América.
“Antes de la llegada de los españoles esta festividad era conocida como Aya Marcay, o sea, el mes donde llegan y abrazan a los muertos”, indicó Huayra.
Esta fiesta no es al azar ya que para la cultura andina esta época del año es la más próxima al renacimiento: “según nuestra cosmovisión, después de la Pachamama y del Inti Raymi hay un cambio en la naturaleza. Las plantas florecen y se empieza a preparar la tierra para los cultivos, es ahí donde vienen nuestros antepasados a visitarnos”, apuntó.
En el caso de los Incas para esta época se sacaban los cuerpos de los familiares de los cementerios, los cargaban hacia las casas, los vestían con su mejor ropa y adornos, les preparaban la mejor comida, y les dedicaban cantos y danzas, para luego devolverlos a sus tumbas. El pueblo Colla celebraba este rito durante dos días. El 1 y 2 de noviembre. Durante la mañana del 2 de noviembre se preparaba un desayuno con los platos favoritos de las y los difuntos, y se les ponía un puesto en la mesa, tal como si estuviesen presentes. Con la llegada de los españoles, se cambió el festejo para inicios de noviembre, haciéndola coincidir con la celebración católica de “Todos los Santos” y superponiéndola así con la costumbre originaria del ritual de los muertos.
Huayra concluyó resaltando el valor simbólico de la elaboración de ofrendas: “los muñecos simbolizan la presencia de nuestros antepasados, la escalera sería el puente que uno realiza para que puedan ir y venir, y los animales son una forma de representar al resto de la naturaleza que hace posible la existencia de vida”, sentenció.